UN TROPEZÓN NO ES CAÍDA

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Buenos Aires Sos (BAS).- (Por Gabriela Sharpe).- Octubre 2007.- Quien camina por Buenos Aires las padece. El peatón debe convertirse en un astuto equilibrista para no convvertirse en el hazme reir de otros peatones, que a su vez andan con cuidado de no tropezar con una baldosa fuera de lugar.

 

Buenos Aires tiene muchas particularidades, y una de ellas: sus veredas.

Según el Plan de Rehabilitación y Mantenimiento de Aceras del Gobierno de la Ciudad se  prevé la reparación y construcción de 2.000.000 m² de veredas durante este año.

Será por esto que siempre están rotas o en ese estado de indefinición entre la rotura y el arreglo?

Las rompen, las arreglan para volverlas a romper. Tarea que ocurre en un tiempo continuo, en el que no hay descanso para el peatón.

Los porteños saben por experiencia que un tropezón no es caída y están cancheros en eso de sortear obstáculos, ya que todo ciudadano para recibirse de porteño debe ser un experto en pasear y patear a Buenos Aires.

Las veredas rotas acarrean un sinfín de problemas, ya sea  para las madres que se ven obligadas a tirar del cochecito de su bebe al quedarse atascado en alguna baldosa, que de puro capricho, sobresale al ras del suelo.

Qué decir de las mujeres y su andar elegante con sus zapatos de tacos altos. Convirtiéndose la elegancia femenina en un andar inseguro, con la mirada siempre hacia abajo, no sea cosa de dar un mal paso y caer de trompa.

Qué decir de la desorientación que sufren los no videntes al no tener un lugar seguro para que su bastón los orienten. Un lugar, sencillamente, con aspecto de vereda.

Se trata de sólo algunos, muy pocos, ejemplos del padecer cotidiano de un bicho de esta ciudad.

El porteño debe ser un espécimen raro. De esos que la naturaleza ofrece pocos ejemplares, ya que está destinado a vivir en una urbe en la que no le está permitido disfrutar del espacio aéreo.  Mirar las cúpulas y los edificios se convierte en una tarea ardua, casi imposible, sin tropezar con alguna vereda rota.

Si bien es cierto que peatones los hay de muchas clases, están los lentos, los atolondrados, los que sacan pecho y arremeten, los que ceden el paso. En Buenos Aires se da otra particularidad, la de los peatones puteadores. Quién no largo una puteada al tropezarse con una vereda rota.

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