RESISTENCIA EN MOVIMIENTO
— 22 septiembre, 2009 0 4Buenos Aires Sos.- Marzo 2009.- (Por Nicolás Sagaián).- Mientras los revisionistas históricos, referentes políticos y dependencias oficiales de Cultura programan el calendario de actividades “camino al Bicentenario” del primer paso emancipatorio que fue mayo de 1810, en la Ciudad de Buenos Aires se dan coletazos tardíos de aquella política educativa, cultural e histórica que intentó reducir a los “negros” al papel de vendedores de velas y ocultó la forma en la que se los usó en la Guerra de la Indepencia, un conflicto asimétrico donde se obligó a los nativos africanos a participar del genocidio de los nativos sudamericanos. Históricamente, al movimiento cultural afro no se le ha permitido mayor intervención artística que el dictado de talleres y el batido de tambores. Pero, al parecer, en la Ciudad ya no los quieren ni para eso: el gobierno porteño intenta desalojar a un grupo que produce arte desde una ex fábrica abandonada de Barracas.
“Quieren acabar con nuestra cultura y continuar con el genocidio sistemático que ya lleva de miles de años, pero no lo vamos a permitir”. El reclamo retumba en el aire y en cada una de las paredes del inmenso galpón ubicado en Herrera 313, del barrio porteño de Barracas. Allí funciona desde hace casi diez años el movimiento Afrocultural Bonga, el cual una y otra vez eleva ese mensaje ante la inminente orden de desalojo que les hará llegar el Gobierno de la Ciudad, que aún no les garantizó un nuevo espacio para poder seguir adelante con su proyecto de rescate y difusión de la cultura afro en Buenos Aires. “Nos están negando”, afirman con otro grito al aire, mientras prosiguen varios de ellos con el armado de tambores que formarán parte de sus talleres de candombe y sus ceremonias habituales. Es que no procuran callarse y no van a hacerlo. Porque desde el Ministerio de Cultura porteño “hacen oídos sordos al pedido”, amparándose en que el movimiento está “ocupando” un lugar “intrusado, el cual es propiedad privada y por eso lo tienen que dejar”. Mientras tanto los afro resisten, como lo hicieron siempre, desde el tiempo de sus ancestros, para preservar los valores de su cultura tan habitualmente negados en esta sociedad.
Si estarán acallados esos valores que hasta en el sistema educativo hay una negación latente que condena a los negros al recuerdo pintoresco: se los muestra sólo como los vendedores de velas o empanadas en las semanas de mayo de 1810, aunque hayan puesto el cuerpo como esclavos y batallado en las guerras de la Independencia. Claramente, un discurso que procura ocultarlos. Por eso la lucha parece tener signos comunes entre el ayer y el hoy, tal como lo demuestran en el Centro Cultural Bonga, donde aún pugnan para que se reconozca esta tradición viva y para que una vez más la historia no los abandone. En 2000 tomaron una fábrica abandonada de Barracas “que era un nido de ratas y un foco de enfermedades” y la trasformaron en un espacio cultural. “Podría señalarse que éste es el último ‘quilombo urbano’, pero no quilombo desde el sentido que nos hicieron creer en nuestra educación: lío, barullo, problema. Sino desde el verdadero sentido de la palabra: Kilombo; un lugar donde está todo bien, donde hay una organización total y una integración de las personas, con una gran cooperación como eran esos Kilombos del siglo XV”, explica Diego Bonga, presidente del movimiento.
La situación en torno del galpón surgió de un día para otro, cuando la fábrica ya no era un juntadero de chatarra y el centro cultural estaba organizado. En ese momento apareció el reclamo de la empresa Solci S.A., que luego de abandonar la fábrica, ubicada en Herrera 313 durante más de una década, “pagó todos los impuestos adeudados y exigió la devolución de su propiedad”, informaron fuentes del Gobierno porteño. Por eso la Justicia se encargó de intimar mediante cartas en varias ocasiones al movimiento afrocultural, pese a han realizado varias gestiones legales. “Pedimos ayuda en el Ministerio de Cultura, presentamos un proyecto de expropiación en la Legislatura que fue denegado, fuimos a Desarrollo Social, al ONABE (Organismo Nacional de Administración de Bienes) pero nada funcionó y todavía no tenemos una respuesta concreta. Esto es una clara omisión y una vista gorda de los funcionarios para con la Constitución y los tratados internacionales”, aseveró el representante del movimiento. De efectivizarse el desalojo, no se estaría teniendo en cuenta el artículo 32 de la Constitución porteña, el cual “protege y difunde la identidad pluralista y multiétnica y sus tradiciones”, así como tampoco la Declaración Universal sobre Diversidad Cultural, adoptada por la UNESCO en 2001.
Ese inmenso galpón de chapas es hoy toda una escuela. No sólo por las clases de Candombe, Capoeira Angola, Samba Reggae y talleres de percusión, sino porque mantienen viva la historia que es la cultura afro. ¿Pero qué sucederá con todo ello y con los proyectos de integración social, de defensa a los pueblos originarios y de diálogo con lo sociedad si llega la inminente orden de desalojo del Gobierno de Mauricio Macri que les dará un plazo de una semana o 10 días para dejar el lugar? Quedarán a la deriva. Al igual que los hombres, chicos y mujeres integrantes de las 15 familias que viven en el lugar. Entonces desde el movimiento Afrocultural se preguntan qué solución viable hay. Y surge la idea de la relocalización, pero también quedaría en el aire ya que desde el Ministerio de Cultura porteño en estos últimos años no han avanzado casi nada en el tema, y menos lo harán si se deshacen finalmente del “inconveniente”.
Con ese punto muy claro, el referente de la organización asegura que deberán sacarlos “a la fuerza”. ¿Por qué? “Este lugar es nuestro y lo vamos a defender. No queremos molestar, queremos paz, pero nos están agrediendo y nos vamos a defender para mantener viva nuestra palabra”, sostiene Bonga, quien acarrea varios años de experiencia en la lucha. “Además lo que estamos haciendo es un aporte muy reconocido a la sociedad y el Estado debe ayudarnos. Pero parece que los intereses económicos y los negociados nos dejan a un costado, más aún por la discriminación y el racismo que no nos contemplan”, remarcó al mismo tiempo que aludió que sería casi “un crimen” que los desalojen de ese lugar.
A principios de 2008, el centro cultural fue declarado de “interés social y cultural” por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, según la declaración Nº 467/07. “Por lo que se estaría continuando con la negación sistemática sobre la cultura afro y le estarían quitando un espacio cultural importante a Buenos Aires, donde se hacen charlas, ciclos documentales y otras actividades”, aseguró Bonga. Pero desde el Gobierno de Mauricio Macri no lo entienden de esa manera y se fijan en otra óptica. Según asesores de Baltazar Jaramillo, director general de Promoción Cultural en el Ministerio de Cultura porteño, el problema no es de la cartera para la que trabajan: “Es que es una propiedad privada que está intrusada”, comenzaron su explicación. “Aunque han puesto un centro cultural y aunque tengan personería jurídica, están ocupando un espacio ajeno por lo que no pueden tomarse de las actividades que hacen para poder quedarse con el lugar”, sostienen al mismo tiempo que aclaran que lo cultural y lo judicial, según su consideración, van por “caminos separados”.
Entonces, ¿existe voluntad política para respaldar a la cultura afro, a la que han declarado de interés cultural? ¿Hay alguna propuesta concreta para que continúe la difusión y las tareas del movimiento Bonga? Desde el Ministerio de Cultura dicen que es “complicado”, sobre todo porque el proceso de expropiación, el cual ya fue negado en una oportunidad, debería tratarse nuevamente en la Legislatura. Sin embargo, desde el Centro Cultural sostienen que “hay miles de espacios ociosos para relocalizar al centro aunque la cesión directa es la forma más viable”. Un proceso legal de este tipo, es cierto que llevaría muchos años, pero también es cierto que con un poco de voluntad política el Gobierno porteño podría otorgarle un lugar a la organización.
Según Bonga “es triste ver la indiferencia que hay y cómo encajonan cualquier notificación o pedido”. Sin embargo guarda la esperanza de que en una futura audiencia, a realizarse en este mes, con algunas autoridades de la Onabe, Desarrollo social y Cultura, al menos analicen la situación y den alguna respuesta a los reclamos”. Será una buena oportunidad para avanzar al menos en algo. “Esperemos que dejen de pensar en el lugar sólo como un negocio inmobiliario y que dejen fluir a esta cultura que durante mucho tiempo fue prohibida con golpes, muertes y cárcel. Que nos den lo que nos hemos ganado hace rato y que terminen con el racismo y la discriminación. No queremos ser más los maltratados ni los desaparecidos. Vamos a resistir mediante nuestra espiritualidad y la ayuda de nuestros ancestros. Esperemos que salga todo bien. Sino, seguiremos resistiendo, ya estamos acostumbrados”. (Fuente www.agencianan.com.ar)
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