RECUPERAN LA GALERIA GÜEMES

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Buenos Aires Sos (BAS).- Julio 2007.- (Por Gabriela Sharpe).- Florida, la peatonal de Buenos Aires. Florida, la calle con historia. La historia no vista por sus ciudadanos. Al caminar por Florida, uno va confraternizando con los fantasmas de otras èpocas.

Corrientes y Florida, los malevos, los guapos, los malandras. Florida y Bartolomé Mitre, las pizarras del diario La Nación, con sus sobrios titulares. Florida y Paraguay el arte de los 60. Generación del 80, preparativos para los festejos de los 100 años de vida independiente.

Principio del siglo XX, edificios majestuosos se proyectan por doquier. Se idean, se crean, se edifican. Argentina, granero del mundo, Buenos Aires, la capital más europea de Latinoamérica. Es en este contexto en que dos comerciantes salteños, Emilio San Miguel y David Ovejero, propietarios de una antigua casa del año 1830, deciden demolerla y en su lugar, Florida 165, crear un fastuoso palacio. Enterado de semejante emprendimiento, el Banco Supervielle, propietario del lote que da a la calle San Martín, decide unirse y crean un edificio-pasaje. Contratan al arquitecto de moda de principios de siglo, Francisco Gianotti (también construyó la Confiteria El Molino). La obra fue inaugurada en 1915, 33 meses fue el tiempo que demoró en construirse, y fue tan imponente que su cúpula se veía desde la Plaza del Congreso, durante dos años fue el edificio más alto de la ciudad, con sus 87 metros, fue el primer rascacielos. Dejó de serlo cuando se construyó el Pasaje Barolo, con 89 metros de altura.

El terreno sobre el cual se levanta el Pasaje Güemes tiene 29 metros de frente sobre la calle Florida y 20 sobre San Martín y 116 de largo. Este estilo de pasaje tiene sus semejantes en el antiguo continente como las galerías Vittorio Emmanuele en Milán y las galerías del Príncipe, en Bruselas.

El edificio fue vistoso por su estructura edilicia formada por 4 cuerpos: tres de ellos con 6 pisos cada uno y otro de 14 pisos de altura, en la cima de la torre había un faro que servía de referencia a la embarcaciones que navegaban el Río de la Plata, un imponente rascacielos para la época de 26.500 metros cuadrados, terminaban en dos espectaculares cúpulas art noveau hechas de hierro y vidrio a 20 metros de altura, en el último piso la casa Grimaldi Sabirana y Cía, había instalado un poderos telescopio para que el público por solo 25 centavos gozara de observar una gran panorámica de la ciudad desde esa altura. El techo de su nave principal, también era vidriado. La luz que bañaba todo el pasaje, duró menos de una década. Antes, sus 350 oficinas eran departamentos. En uno de ellos,en el sexto piso, en 1931, se alojó Antoine de Saint Exupéry, autor de El Principito. Buenos Aires fue una ciudad que nunca le gustó, se sintió tan solo y deprimido que adoptó una foca que vivía en la bañera. Al poco tiempo la sociedad propietaria se fundió y, como no había dinero para su mantenimiento los techos se llenaron de goteras y se les empezaron a caer los vitraux. Así pasó del esplendor a la decadencia.

Hacia el año veintiocho, el pasaje Güemes «era la caverna del tesoro en que deliciosamente se mezclaban la entrevista del pecado y de las pastillas de menta, donde se voceaban las ediciones vespertinas con crímenes a toda página y ardían las luces de la sala del subsuelo donde pasaban inalcanzables películas realistas.» Así lo describe Julio Cortázar en el cuento El otro cielo, de Todos los fuegos el fuego.

En 1967 se produjo un incendio que destruyó todo desde la entrada hasta la primera cúpula del hall central. Las reparaciones se hicieron sin conservar el estilo ni la decoración originales otorgándole a la construcción unas líneas rígidas que desentonan con el conjunto. La típica frase porteña «Lo atamos con alambre» se adueñó de la galería. Fueron desapareciendo los bronces, se fue cayendo la pintura, la humedad en las paredes se hizo cada día más visible, los vidrios de la nave principal ya no se veían.

Lo único que siguió quedando en pie fue la confitería. El bar más tradicional de la Galería es el Boston City donde en sus inicios sólo los hombres podían sentarse a tomar un café. En el 2000 fue declarado»sitio de interés cultural» por la legislatura porteña. A partir del 2004, y ya casi con 90 años de existencia, comienzan a colocarse los andamios en todo el edificio.

Y en la actualidad se está en pleno proceso de recuperación, se estima que a fin de este año estará totalmente recuperada. Hoy más de las 25 mil personas que la transitan diariamente pueden mirar hacía arriba y se van a deslumbrar con las cúpulas restauradas a nuevo.

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