¿POR QUÉ SE INUNDA BUENOS AIRES?

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Buenos Aires SOS.- 31 de enero de 2011.- (Por Juan Chaneton).-  Libertador y Campos Salles… Santa Fe y Juan B. Justo.  La Boca, casi toda ella.  Soldati, Pompeya y la consabida inundación.  Todo se inunda en Buenos Aires.  Buenos Aires no aguanta una lluvia copiosa de más de diez minutos.  Si eso ocurre, sobreviene el desastre.  Antes, digamos hace cuarenta años, cuando no había «cambio climático», Buenos Aires no se inundaba.

Pero esto del cambio climático merece una aproximación más cercana.  Aqui, en la Capital Federal no se desmadran caudalosos torrentes de agua y lodo que anegarían, en ese caso, barrios enteros y ocasionarían víctimas de todo tipo.  Aqui no estamos rodeados de cerros, como en Río de Janeiro o en San Martín de los Andes, que en pocas horas de torrencial aguacero pasan de dura roca a flan punto caramelo, flácido y trémulo y que, en minutos más, se deshacen sobre la ciudad sepultando en el barro todo lo que arrasan.

Aqui no pasa eso.  Aqui, el cambio climático produce más lluvias, muchas más lluvias, que hace cuarenta años.  Sólo eso.  Pero es suficiente.

Dejamos de lado entrar en las causas de las aludidas mutaciones del aire, de las temperaturas, del sol y de las precipitaciones que vienen del cielo bajo la forma que fuere.  No entramos en ese tema porque no es tema de esta nota y porque es tema largo y para especialistas.  Sólo diremos que países como los de Latinoamérica, si pretenden abandonar su secular condición de atraso, miseria y vendedores de lechuga, deben industrializarse.  Sólo así crecerán.  Y la industrialización, ya se sabe, contamina y produce calentamiento global.

Con China ocurre otro tanto.  Pero el país que más daño le hace al planeta es EE.UU que por razones puramente egoistas y ancladas en el individualismo capitalista se negó, hasta hoy a firmar el Protocolo de Kyoto para disminuir las emanaciones tóxicas que son la que producen el calentamiento.  Estados Unidos debería iniciar un proceso autosostenido y a largo plazo de sustitución de petróleo y gas por «energías verdes».  Pero no lo hará.

Dejando de lado asunto tan complejo, digamos que Buenos Aires, dónde sólo llueve ahora mucho más que antes, se inunda por razones inherentes y atribuibles a las pésimas políticas ambientalistas que todos los gobiernos locales han implementado.

La Sociedad Central de Arquitectos y entidades afines, constituyen un sólido lobby en el Parlamento.  Se oponen a toda reglamentación legal de la constucción en Buenos Aires.  Cada vez que va a tratarse una ley, aparecen por la Legislatura a explicarle las cosas a los diputados, abrumándolos con datos técnicos sobre los que nuestros legisladores no atajan nada, asegurándoles que está muy bien seguir construyendo torres de 40 pisos ya que el movimiento económico y el impulso a la creación de nuevas fuentes de trabajo que tales edificaciones traerian aparejados devendrían tan pero tan benéficos socialmente hablando que, poco más o menos, a tal Sociedad Central habría que proponerla para el Nobel de la Paz. O para el de Economía.

Lo cierto es que todo es mentira.  A los arquitectos les interesa construir porque les interesa el lucro, llenarse los bolsillos y la cuenta bancaria con verdes, euros y, de ser posible, yuanes.  Entonces construyen.  Y los resultados están a la vista.  Son los que siguen.

* Las nuevas construcciones roban terrenos absorbentes.  Se los roban a la ciudad.  Se los roban a los vecinos.  Para que los arquitectos e ingenieros y empresas constructoras hagan su negocio con un olímpico desprecio por las consecuencias.

* Ahora hay menos espacios verdes.

* Las zonas más castigadas por las nuevas construcciones para ricos son Nuñez, Puerto Madero. Belgrano, Palermo, Microcentro, Recoleta y Retiro.

* El lobby constructor logró que los «representantes del pueblo» eliminaran de la normativa la obligatoriedad de mantener el pulmón de manzana absorbente.  Cómo lo lograron, no se sabe.  Cómo los convencieron…vaya uno a saber cómo.

* Por obra de sucesivas repavimentaciones, el nivel de las calzadas ha sido elevado ostensiblemente.

* Existen barreras físicas, que separan zonas inundables de terrenos absorbentes (largos paredones que circundan terrenos fiscales y/o privados).

* Los conductos de desagote pluvial que conducen hacia los arroyos entubados, quienes finalmente desaguan en el estuario, transportan también líquidos cloacales y efluentes industriales.

 

A ello hay que agregar un fenómeno que no dudamos en calificar, lisa y llanamente, de criminal, de atentado contra la naturaleza, de agresión a la madre tierra, de injuria a la armonía primoridal de la naturaleza: los rellenados permanentes del río para ganar tierras aptas para la construcción tienen el efecto muy pernicioso de que los arroyos entubados que desagotan las lluvias, que ya tienen muy poco declive, de modo que el agua escurre lentamente, ya no entregan al estuario su carga liquida y pútrida acá, sino un kilómetro más allá de la costa, más adentro del río.  Encima que desagotan lento, ahora tienen que recorrer mil metros más para llegar al río.

En conclusión, no habrá solución para el problema si no se deja de construir o se construye con otros criterios y en otros lugares.  Mientras el norte que guia la brújula de arquitectos, ingenieros, empresarios y funcionarios siga siendo exclusivamente el lucro, ya podemos ir despidiéndonos de nuestra ciudad.  El futuro que le aguarda, en estas circunstancias, es negro.

Por último, hemos tocado en esta nota, sólo una de las causas de las inundaciones.  Hay otras, por supuesto, Pero si se tomara conciencia de lo expuesto, con eso ya alcanzaría.

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