LA BONITA PÁGINA
— 22 septiembre, 2009 0 4Buenos Aires Sos.- Mayo 2009.- (Texto y dibujo Ana Larravide).- Porque no sabríamos qué decir para decirnos, sin los tangos.
Porque no sabríamos a dónde van las mujeres con melena de novia, los garufas, los contentos y los amargáos, las paicas, los malevos ni las milongueritas de boca pecadora.
Nunca aprendimos a bailarlo como Dios manda, apenas dibujado en el piso, sin mucha voltereta. Pero escucharlo hace bien a toda hora. En cualquier lado. Ni que hablar si es lejos y allí estamos. Y ni que hablar si estamos aquí mismo. Al empezar la mañana, con el mate. Al trabajar, de fondo. Al estar solos. O estar juntos. Porque cuenta la vida y acompaña insomnios. Porque tiene acordes que noquean y versos que acarician. El tango es sentimental (sus recuerdos «al llegar vienen al trote y al irse siempre son lerdos»)pero es mucho más que eso, es un manual de historia ciudadana, escribe en letras de almacén lo que no cuenta la literatura; enseña a reírse de uno mismo y a conocer derrotas que -al saberlas también de otros- duelen menos:»he sabido que el guerrero que murió lleno de honor ni murió ni fue guerrero, como me engrupiste vos».
No le tiene miedo al momento más triste («araca corazón, calláte un poco…») ni más cursi («y es un collar de estrellas que tibio desgranan tus ojos hermosos mirándome así»).
Los tangos aconsejan ¿no van a aconsejar?: «si ves unos guantes patito, rajáles. A un par de polainas, rajáles también. Atenti pebeta… yo soy zorro viejo y te quiero bien.» Los tangos añoran: «¿Te acuerdas que hace justo un año?»
Son una ilusión: «Me acobardó, la soledad, y el miedo enorme de morir lejos de ti… me lo pedía el corazón y entonces te busqué, creyéndote mi salvación…»
Son desconsiderados con las mujeres, como aquella pobre Catalina a la que en vez de agradecerle los mates van y le fajan treinta y cuatro puñaladas. O son capaces de definir a las mujeres (o por lo menos a una) con dulzura infinita: «era más blanda que el agua, que el agua blanda…»
Son un manual de psicología en verso libre.
Son música conmovedora. Venga en formato orquesta típica; venga a todo lo que da, en un escenario con piano y veinte músicos o en viola garufera… de las que se cuidan del lado de la zurda.
Los tangos han sido y tienen pinta de seguir siendo maestros de lenguaje: la curiosidad por saber qué quería decir «la paicarrita me dio su amor» nos hizo preguntar, a eso de los nueve años, y supimos qué era «paica» y que la paica era -en ese caso- Rita.
Y, sobre todo, frases en las que palabras parecen una sola, como: «sintética-noche-triste-de-crónica-policial» o «colgada-del-frágil-trapecio-su-cuerpo-elegante-parecía-al-saltar…» se nos quedaron prendidas desde la primera vez que las oímos y lo único que uno quiso, después, fue seguir escuchando cuentos con esa melodía inexplicable, siempre.
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