El Teatro: una caja de emociones

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El teatro es un género literario pensado para ser representado. La experiencia teatral es la más bella conexión entre público y artista. La felicidad, el amor, el desengaño, los celos, la codicia, la avaricia, el destino han sido históricamente expresados en el teatro. El símbolo que lo representa son dos máscaras, la de la tragedia, que llora, y la de la comedia, que ríe. Este debe ser más fascinante que la vida misma, deberá poder conmover, emocionar, interpelar, tocar las fibras más íntimas de quienes concurren a una sala a vivir la experiencia. ¿Qué buscamos entonces en el teatro? ¿Reflexionar, analizar, confirmar o rechazar nuestras certezas, o solo distraernos, entretenernos, pasar un buen momento? Sea cual fuera el motivo que elegimos, buscamos finalmente que los artistas expresen, cuenten, comuniquen. La reacción de cada uno de nosotros será diferente ante una misma escena, dependerá de la sensibilidad, la percepción, las creencias y valores, las experiencias familiares, la cultura, los estados emocionales, nuestros esquemas mentales, entre muchos otros factores.

Para el dramaturgo estadounidense Maxwell Anderson “una obra teatral debe conducirnos a una crisis central y sacarnos de ella, y la crisis debe consistir en un descubrimiento por parte del personaje principal, que ejerza una fuerza indeleble en sus ideas y sentimientos y que cambie completamente el cuso de la acción”. A esa crisis se la llama “conflicto dramático”. El conflicto hace referencia a las fuerzas antagónicas que generan el desarrollo argumental de la obra.

Pero En esperando a Godot, por ejemplo, no existe el conflicto ni la acción. Su autor, Samuel Beckett, uno de los más grandes exponentes del teatro del absurdo, muestra en sus obras la soledad, el vacío, la incertidumbre, el abandono de Dios, y finalmente la muerte, siendo esta el mayor de los absurdos. Todo en esta pieza es monotonía, diálogos redundantes y circulares, inconexos, un lenguaje no verbal donde abundan gestos y expresiones corporales que no significan nada, y justamente en ellos radica el tema de la obra; un pasaje resume su espíritu:“Nada ocurre, nadie viene, nadie se va, es terrible”. Anterior a Samuel Beckett es Luigi Pirandello, considerado el primer autor del denominado “antiteatro”, tendencia basada en el rechazo del teatro burgués y convencional, que trata de destruir lo que se había llamado hasta entonces “teatro”. La consagración le llegaría en 1921 con Seis personajes en busca de autor. Sus obras reflexionan sobre las relaciones humanas en un incesante juego de máscaras, manifiestan una búsqueda, una indagación de la conciencia. Para Pirandello, el hombre es múltiple, por debajo de yo existe otro ser, indefinido, errático. Ejerció una gran influencia en el teatro moderno, sobre todo en el concepto de “distanciamiento” de Bertolt Brecht y en el teatro del absurdo que antes mencionábamos.

Bertolt Brecht consideraba que el teatro tenía la obligación de cambiar al mundo. Contrario a las obras que buscaban la emocionalidad del espectador, sostenía que este debía ser un medio de concientización de la clase trabajadora. El objetivo de su teatro, llamado por él mismo épico y más tarde dialéctico, era el de instruir. Debía entonces lograr que el público no se comprometiera o identificara emocionalmente, sino que adoptara una actitud crítica y de interpelación, que en vez de sentir, pensara, que supiera en todo momento que estaba en una sala de teatro. Para ese desapego o distanciamiento emocional recurría a la utilización de varias técnicas: como cambios en la iluminación tradicional, carteles que avisaban lo que iba a suceder, exageración de los actores, y hasta el apuntador en medio de la escena.

Varias son las corrientes, los tipos y estilos diferentes, los autores que a lo largo del tiempo han sabido regalarnos sus grandes obras, y los directores y actores que las siguen representando. Que sea un arte popular, que sea accesible a las mayorías, porque siempre es una buena oportunidad para una noche de teatro. En palabras del gran Federico García Lorca: “El teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana”.

 

(Por Daniela Klun)

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