EL HOMBRE COMÚN

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Buenos Aires Sos.- Junio 2009.- (Por Osvaldo Ardizzone).- No, Juan…Yo la comprendo a la tía Eulalía, como vos admitís los argumentos de Olga…No estoy en la otra vereda, como dice tu mujer o como me reprocha la tía, hasta con alguna indulgencia…Pero ¿vos crees que nos pueden transformar la llegada de Frankie Sinatra en un acontecimiento nacional?

 

-Y, claro que te lo van a transformar…¿Cómo le dicen ahora al consumismo? ¿Por qué te irritás y para qué te irritás? Además ¿contra quién y contra qué?

-Pero, oíme, Juan…Vos andás por las calles de esta ciudad, como yo…Le conocés todos los rincones, todas las caras que la transitan desde el alba hasta el anochecer…la verdad y la mentira, los que ya llegaron y los que no llegarán nunca…los de la elite y los del montón…los que andan con el mentón erguido bebiéndose los vientos –como dicen los españoles- y los que cavilan con la mirada clavada en el piso…Y, como yo, no sos impermeable a lo que te salpica, a lo que te toca y echás conjeturas, te internás en todo tipo de reflexiones.

-¿Y? ¿En qué desembocás con todo eso? Yo estoy tan cansado como vos, pero ¿qué? ¿Internás a la tía Eulalía en un asilo para ciegos, sordos y mudos y yo convierto a Olga en una samaritana de la Legión Extranjera, para aislarlas del medio, para que no se contaminen? A ver…decime…

-Te cuento una historia, Juan.  Ascendió al subterráneo de la línea C en Constitución.  Era una mujer de unos cuarenta y cincos años, vestida con exagera modestia, más acentuada por ese rebozo que le cubría la cabeza como a las mujeres orientales. Depositó una voluminosa maleta en el piso y, luego acomodó con cuidado las mantillas que apenas sí dejaban al descubierto la cabecita del bebé que dormitaba plácidamente en sus brazos.  Miró con descuido a su alrededor y, cuando ya el coche se puso en movimiento, se ensimismó en su aire caviloso, con la mirada baja, resignada, ausente.  Apenas, si de vez en cuando, protegía al niño con una contemplación tiernamente conmovedora.

Sé que no leí el periódico, según mis hábitos.  Hasta el instante de mi descenso, en la estación Plaza San Martín, según mis hábitos, permanecí absorto en la atención de la mujer y del niño, mientras un tumulto de reflexiones me invadían los pensamientos…¿Quién sería? ¿De dónde vendría? Tal vez de un mundo pequeño, arrastrando una historia más pequeña que su misma modestia.  Fue niña, después muchacha, soñó como todos, amó la primera vez, como nos pasa a la mayoría.  Ese niño, la pobreza que denunciaba su aspecto y ese deseo de no ser advertida que cala tan hondo, de no ser nada más que eso que yo tenía ante mis ojos…

-Pero ¿mujeres como ésa que viste en el subterráneo, las hay a toda hora y todos los días…?

-Claro que las hay, como en aquellos versos de Manzi dedicados a la muerte de Discepolín…¿te acordás? «Sobre el mármol/migas de media luna/y una mujer absurda/sentada en un rincón». Son los de siempre, Juan…Pero ¿qué?  ¿Me van a privar del derecho a detenerme en esos «absurdos»? ¿De desnudar a esos «extraños»? Por eso, por toda esa prèdica-Sinatra, todo ese agobio-Sinatra, toda esa preocupación-Sinatra, todo este virus-Sinatra, me revienta ¿te das cuenta, Juan? No encuentro otra palabra más gráfica que esa, porque otra podría ser «marica»,afeminada…Me revienta, es el verbo reflexivo más elocuentemente sincero…Como la rebelión que me provoca toda esa gazmoña periodística cuando pienso en esa mujer y en ese pibe del subterráneo…

-¿Sabés qué te pueden decir, o, seguramente, te dirán…? Que confundís los tantos. Que vos sos cursi al intentar el paralelo entre una situación y otra…

-De todos modos, me asiste el derecho de la rebeldía…Con sólo imaginarlo…Buen día señor…Somos de la prensa…¿En qué piso está Frankie?…¿En la Suite Presidencial? ¡Ah! Espere, espere que anoto…¿Qué hizo ayer? ¿Se quedó en las habitaciones? ¿Sin salir para nada? Espere, espere que anoto…¿Cuál fue su menú? ¡Ah! de la noche dice…Espere, espere que anoto…¿Spaghetti al fileto y alle vongole? ¡Qué loco! Como se nota que es la mafia ¿no? ¿Qué más? Tomó vino blanco y tinto, pero de marca y ¿qué más? Whisky de su predilección…¡Bárbaro! ¡Bárbaro! Tengo la gran nota…El secretario se va a poner chocho…Espere, espere un momento, porque sé que algo me falta…Ya está…¿azúcar o sacarina? Sacarina, no me diga…Espere, espere que anote…Sacarina..¿Se imagina usted si se me pasa esta pregunta? En el Canal me echan…Espere, espere ¿camas separadas o matrimonio? ¿Separadas? ¿Sí? ¡Bárbaro! ¡Bárbaro!

-Esta ciudad nuestra, de este país nuestro, muestra estos contrastes, Juan. Nuestros snobs, con capacidad adquisitiva, los mismos que «lo vieron» en su reducto turistícamente «pecaminoso» de Las Vegas, pagaron 450 millones de pesos viejos en el Sheraton…¡Cuatrocientos cincuenta palos de antes y de ahora por una cena-show bancada por el Changuito Pobre Productions! ¡Cuatro sueldos, Juan! Y también la señora del subterráneo con el bebé en brazos cavilosa, con la mirada baja, como queriendo pasar inadvertida…Y la señora de la clase «gorda» que balbuceará palmoteando de gozo…»¿Por qué tardaste tanto,Frankie»

«Perdoname Buenos Aires/estas estrofas cabreras/siempre hubo cosas fuleras/yo las bato, aunque me duela»

(Fecha de publicación agosto de 1981)

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