CÓMO SER MUJER Y NO MORIR EN EL INTENTO!
— 1 julio, 2010 0 3Buenos Aires Sos.- 30 de junio de 2010.- (Por Gabriela Sharpe).- Las condiciones de los baños de los bares de la ciudad son calamitosas. Las mujeres deben sortear una serie de obstáculos para poder verse liberadas de urgencias fisiológicas.
Tarde de invierno en Buenos Aires. Caminatas largas por la ciudad. De a poco comienzan las ganas. Una intenta pensar en otra cosa. Sigue el recorrido sabiendo que no está muy lejos de su casa. Pero el organismo no entiende de esas cosas.
Ya no camina, en forma disimulada aligera el paso en busca de un baño.
Trata de visualizar algún McDonalds o Burger King que son los que permiten el acceso al público sin restricciones. Nada cerca de la vista.
No queda otra alternativa que entrar en cualquier bar, la mayoría con un cartel bien visible en la puerta de entrada en el que se lee: BAÑO EXCLUSIVO PARA CLIENTES.
Qué hacer? Ya no hay tiempo para sentarse y esperar al mozo. Justamente las urgencias no son duchas en la cuestión tiempo. Una toma coraje, entra al bar, y con cara de habitué y de haber estado sentada toda la tarde en ese lugar, le pregunta al mozo por el baño, éste con cara de USTED NO CONSUMIÓ y casi gritando le indica el lugar.
En una época los toilletes estaban al fondo a la derecha, ahora se encuentran en el subsuelo o en el primer piso. Un lugar más en la ciudad que no tiene en cuenta a aquellas personas con algún tipo de discapacidad física.
Se llega transpirando y hete aquí que se encuentra con una larga fila de mujeres que obviamente están para lo mismo.
Acto reflejo una cierra las piernas y espera.
Todas deben estar al borde de un ataque de nervios, porque reina un silencio sepulcral, cosa difícil en una fila donde se encuentran solamente mujeres.
Cuando a una le llega el turno, frunce la nariz y arremete . Acto seguido agradece (vaya a saber a quien) que el retrete esté en «condiciones».
Si bien es imposible no ver ni oler la suciedad que rodea a la tabla del inodoro (si es que la hay). Inmediatamente viene a la memoria el consejo de la madre, que desde chiquita repetía: NUNCA DEBES APOYARTE .
Las mujeres, con el correr de los años, se hicieron duchas en este asunto. Han adquirido una agilidad envidiable por el mejor atleta. Sin apoyarse y haciendo gala de un equilibrio digno del mejor equilibrista, les dan rienda suelta a unos de los instantes más placenteros de la vida, que consiste simplemente en sacarse de encima lo que sobra.
Y comienza, sin más, las peripecias y piruetas más alucinantes e incómodas que uno haya imaginado.
Al no poder colgar la cartera por falta de ganchos en las paredes, se la apoya en el piso, al instante se percibe que ese pequeño habitáculo está lleno de agua, con cuidado una se arremanga los pantalones o recoge con cuidado la pollera, mientras que, simultáneamente se cuelga la cartera de alguna parte del cuerpo que le haya quedado libre, y, fundamental en esta situación es seguir manteniendo el equilibrio. La puerta, que nunca terminó de cerrarse, se entreabre y una tensa los músculos de las piernas y, con una mano sostiene la cartera, con la otra, la puerta y el no mojarse la ropa quedó para mejor momento.
El placer de liberar urgencias, que a veces parece eterno, brinda la posibilidad de leer las frases escritas, algunas muy cómicas, otras propias del género, la mayoría agresivas y muchas referidas al sexo.
Cumplido el objetivo, se gira la cabeza de derecha a izquierda, buscando el tan apreciado papel higiénico, ni el rollo de cartón vacío se vislumbra.
Resignada y dado que las piernas no aguantan más esa posición una se levanta y aprieta la cadena, mirando desolada que en el depósito no hay agua.
Cumplido el objetivo sólo queda salir corriendo de ese lugar que apesta.
La salida, se sabe, nunca es igual que la entrada, una lo hace despeinada, transfigurada, con la ropa mal colocada, malhumorada, mojada y con muchas ganas de cantarles las cuarenta a algún funcionario porteño por no ponerse las pilas e inspeccionar los baños de los bares.
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