LA CIUDAD DE TODOS ES DE NADIE

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Buenos Aires Sos (BAS).- Junio 2007.- (Por Nicolás Fratarelli).-La red de ciudades globales genera cambios radicales en los centros históricos de la Ciudad. En los años 90 Buenos Aires dejó de tener como centro real de la ciudad al obelisco. Éste forma parte de la nostalgia, actúa como un símbolo del cual se toma la ciudad que está boyando entre la globalización y la exclusión social. La saturación del valioso espacio del centro y la evolución de la tecnología comunicacional de los medios electrónicos, generaron profundas transformaciones urbanas. «La tecnología en esta etapa del desarrollo científico y técnico no opera a favor de la crítica (del cambio) sino ellas se convierten en base de legitimación del sistema.» (Jurgen Haberman). El centro se dispersa. Hay varios centros. Algunos quedan dentro de la ciudad real, como el institucional, el histórico, el de gerenciamiento (City),etc; mientras otros, el de decisiones, está instalado fuera de la ciudad física. «En términos espaciales, cabría decir que lo urbano no tiende ya a la concentración, sino a la dispersión,(…) esto es, hacia una difusión de las redes de información, cultura y poder de decisión que está a punto de hacer realidad la imagen de la aldea global de Mc Luhan. En este marco, ¿tiene sentido hablar de centralidades?. Por supuesto que sí, pero la propia centralidad es asimismo virtual; no se corresponde con un espacio físico, un barrio, una manzana de oro, ni siquiera una sede gubernamental.» (Artemio Baigorri 1998) . La ciudad se va modificanco con intervenciones quirúrgicas. La élite produce sus sitios donde refugiarse de las tensiones sociales, desde donde pueda manejar el mercado que le asignaron en este orden mundial. Aparecen en la ciudad concreta nuevos lugares, lugares insignes, símbolos del poder real y del nuevo modo de producción global. Tal es el caso de Puerto Madero. «La ciudad muestra claramente una organización fracturada y dual del espacio urbano. Por una parte (se encuentran) los restos del espacio forjado bajo una lógica fordista-taylorista (ya)declinante,degradada y en vías de desestructuración socioterritorial y por otra los nuevos espacios centrales y periféricos que responden a la forma posfordista,posmoderna y posindustrial» (Pablo Cicolella e Iliana Magnaqui) El centro histórico de la ciudad real queda sumido a la indiferencia, al igual que sus habitantes «rayanos». La ciudad real quedó en manos de cada individuo, o de cada grupo de individuos que la habita y desea vivirla. Pero, si bien, si seguimos la lógica globalizadora, si bajo este sistema el centro es virtual o, mejor dicho, el concepto de centro está opacado. ¿Porque la ciudad física debería tener un centro?. La ciudad de todos es de nadie. La ciudad nodo es nada. «La ciudad es un espacio anárquico y, por lo tanto, un taller para nuevas políticas. La pregunta es a quién le pertenece la ciudad» (Saskia Sassen) Contraponiéndose al discurso de la elite dominante, el imaginario progresista de la ciudad se ilusiona con la idea de una ciudad de todos y para todos. No obstante hoy vemos que la ciudad es de nadie. La ciudad es el escenario de esta tensión social que producen las políticas conservadoras y las economía neoliberales. Por distintas circunstancias (exclusión, resentimiento, indiferencia, individualismo, puro interés utilitario, etc.) no existe un colectivo social que sienta como propia la ciudad. Por esto mismo lo que queda de la Ciudad Blanca vive acorralada tras el miedo, las plazas se enrejan para que los nuevos habitantes indigentes de la ciudad no se apropien de éstas y no la usen como dormitorios y baños privados. A ésta (como lo pensaban los viejos liberales) le preocupa mas limpiar la suciedad de sus calles, sobre todo la de la pobreza incipiente, que comprometerse en cambiar los problemas de fondo. La hija de la altanera y orgullosa ciudad burguesa de principio de siglo se espanta ya no de los trabajadores mal olientes, sino de los indigentes que se reproducen de a miles, de los marginales que duermen en cada concavidad generada por la línea municipal, de los excluidos de todo, de los que nada tienen por perder ni por ganar, de los que asoman de a miles en sus calles dejando sus lugares de «orígen» donde por muchos años vivieron y murieron y ahora ocupan el territorio urbano sientiéndolo tan ajeno como el «winner» que espera su oportunidad de salto a otros lugares del mundo. Como escribía Castells en La cuestión urbana el urbanismo tradicional siempre fue un instrumento de dominación de las clases populares, no obstante hoy bajo instancias del urbanismo global el mecanismo de dominación es otro y excede a las clases populares como tal. El instrumento de dominación utilizado es el miedo. Se Instala el miedo en el imaginario colectivo de la sociedad. La ciudad moderna (hoy tradicional) siempre fue el escenario de una lucha cotidiana cuerpo a cuerpo, sólo que en la actualidad se traslada la batalla del todos contra todos desde la redes de ciudades hasta la ciudad real. La precarización del hombre (ya no de las actividades desarrolladas por el hombre) es el invento mas perverso y paradójico del sistema. De este esquema que nadie escapa, ni el piquetero ni el management o el C.E.O; ni del trabajador asalariado ni gestor del sistema. Todos son parte de la misma precariedad. El sistema se le vuelve en contra de si mismo. La seguridad como concepto es parte del pasado, y por lo tanto cada sector social defiende lo poco (e incluso lo mucho) que tiene con armas y dientes, con leyes y palos, con trajes Versace como escudos y con corazas de malos alientos. La suma de precariedades, crea una cadena de tensiones cada vez mayor, donde todos pegan, o mejor dicho unos pegan y otros se defienden, en medio de todo esto la ciudad real como escenario, como telón de la lucha social, de la insensatez llamada raciocinio. (Artículo publicado en la revista Contratiempo)

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